lunes, 6 de diciembre de 2010

Nuestras reseñas


NOSOTROS DECIMOS NO: CRONICAS (1963-1988)

Eduardo Galeano

Siglo XXI, 2010

397 Pág.

Las venas abiertas de America Latina” tuvo una gran repercusión poco tiempo atrás, en la pasada Cumbre de Las Américas, cuando con pícara deferencia el presidente de Venezuela le obsequió un ejemplar a Obama. Como si acaso la historia, en algún giro misterioso, se propusiera saldar deudas con el autor por los amargos años de exilio que le costaron escribirlo. Pero ¿Por que recomendar un libro de Galeano? Y si bien no sería viable limitar todo a una cuestión de gusto personal y muchas premisas también se diluirían ante la acertada idea de que a una cita obligada siempre se puede faltar, entonces quedaría insistir ponderando la trayectoria del hombre detrás de la obra, pero no como acusando al argumento irrefutable, sino en este caso ya tal vez emprendiendo un breve homenaje.

No es común que un historiador que escribe en prosa pueda ser adscrito a una poética, o de seguro tan solo en “un escritor con la obsesión de la memoria”, la literatura y la historia andan juntas el camino de la palabra. Pero si el oficio de escritor permite una licencia abundante para la creación y sus tiempos son dilatados, creo que en su labor como periodista –donde impera la inmediatez- el mito se inflama. Galeano se inició temprano, en los años 60, en un semanario llamado “La Marcha”. El golpe de estado en Uruguay lo obliga a partir, e impulsado siempre por esa “peligrosa y maravillosa pasión de libertad” cruza el charquito para fundar en nuestro suelo una revista inusitada: “Artes y letras en los tiempos de Crisis”. Crisis fue un fanal de reflexión donde se desafío sin tapujos bastantes más cosas que las concepciones gráficas de lo debía ser una revista cultural. Revestida de apellidos de grueso calibre como: Gelman, Sabát, Benedetti y Romero Brést entre otros, Crisis -en palabras de Galeano-“hizo por primera vez cultura popular, recogió las voces de los locos, de los niños, de los obreros, de los gauchos y de los indios”, sentando precedentes para una cultura popular plural y genuina. Pero esa experiencia quedó trunca por la persecución militar que finalmente lo conmina al exilio español.

Francamente quedan pocos, testimonios flagrantes de esa época, que habiendo vivido con “la certidumbre de que vale la pena morir por las cosas sin las cuales no vale la pena seguir viviendo”, hoy están acá y sus plumas no se aggiornan, sino al contrario, trazan páginas vivas. Volúmenes que “no se proponen enterrar a sus muertos, sino perpetuarlos”. Que siguen allanando el camino con la alegría de su voz, donde quiera que los oprimidos yerren el rumbo por el que soplan los vientos de un mundo nuevo: “Tenemos la alegría de nuestros errores, tropezones que prueban la pasión por andar y el amor al camino; y tenemos la alegría de nuestras derrotas, porque en la lucha por la justicia y la belleza vale la pena también cuando se pierde. Y, sobre todo, tenemos la alegría de nuestras esperanzas”.

Para ir culminando, baste al lector cauto con elegir un libro de él, cualquiera, y poder comprobar personalmente lo antedicho. En este caso se trata de la reciente reimpresión de: “Nosotros decimos no: crónicas 1963-1988” (Siglo XXI, 2010). Una antología generosa, editada por primera vez en 1989, que recopila trabajos de más de dos décadas entre ensayos, discursos y algunas entrevistas para tener presentes. Las temáticas que abordan uss crónicas cubren un amplio espectro de la problemática social de esos días, aunque por su gravitación en la historia política de Latinoamérica muchas de ellas no dejan de estar candentes en los nuestros. Veinte años de una voz que supo conjugar el fervor juvenil y su entusiasmo, con la responsabilidad madura del compromiso para afirmar y reafirmar a los negados del mundo. Ahora más que entonces, sin que inquiete mucho la mirada adusta de nuestros tiempos desencantados, cabrá seguir parafraseándolo: ¿Seria bella la belleza si no fuera justa? ¿Sería justa la justicia si no fuera bella? Galeano dice no, y lo más significativo de todo es y será sin dudas la persistencia del plural.


Manuel J. Pintos

Boutique del libro Unicenter

lunes, 8 de noviembre de 2010

¿Qué leen los autores? Valentín Trujillo / Periodista y escritor


Elegir diez libros para mi biblioteca ideal es una difícil decisión pero por el corazón, elegiría los siguientes: Meridiano de Sangre de Cormac MvCarthy; Moby Dick de Herman Melville; La vorágine de José Eustacio Rivera; Tierra y tiempo de Juan José Morosoli; Destino: la morgue de James Ellroy; Mientras escribo de Stephen King; Desciende Moisés de William Faulkner; Ulysses de James Joyce; La conquista de México de Hugh Thomas y Judíos, moros y cristianos de Camilo José Cela.

Muchos de éstos libros marcaron mi trayectoria como escritor, pero también mil otros más. Hay un librito de Hemingway, Un verano peligroso, que cuenta el duelo entre los toreros Ordóñez y Dominguín en el verano de 1959 en España, que considero fundamental. También leer muy chico Crónicas marcianas, de Ray Bradbury regalo de mi viejo en la librería Papacito de Punta del Este.

Actualmente estoy leyendo una especie de híbrido entre la autobiografía, la ficción, el ensayo y la crónica periodística. Se llama Historia de un escritor y su autor es el genial Gay Talese. Además, sobre mi movediza mesa de luz se superponen Mitologías de Roland Barthes, una biografía ficcionada de Giuseppe Garibladi y Sonetos a Orfeo de Rainer María Rilke. Y leer (y releer) textos de Tom Wolfe que me tiraron de cabeza hacia el mundo del periodismo.
El último libro que me compré fue La conquista divina de Michoacán de Jean-Marie Le Clezió. Me lo compré en la tienda del Palacio Nacional de Ciudad de México, hace una semana. Le Clezió viajó por buena parte del mundo, desde los desiertos africanos a las selvas panameñas, pero parece que quedó fascinado por ésta leyenda de esa región de México.
No volvería a leer lo que ya he leído de Mario Benedetti, por ejemplo.
El único libro que publiqué a la fecha es la colección de seis cuentos Jaula de costillas. Cada tanto, por deporte, lo releo y quisiera hacerle mil cambios a distintas partes de las historias. Pero, por suerte o no, ya quedaron fijados en la página.


Biografía del Autor

Valentín Trujillo nació en Maldonado, República Oriental del Uruguay, en 1979.
Por su libro de cuentos Jaula de costillas (Banda Oriental, 2007) ganó el Gran Premio del XIV Premio Nacional de Narrativa, Narradores de la Banda Oriental, 2006. Fundó y codirigió con Damián González Bertolino la revista Iscariote (2003-2007). Es profesor de Idioma Español y de Literatura. Ha cursado también estudios de periodismo en la Universidad Católica de Montevideo, así como de cine en la Escuela de Cine del Uruguay. Ha trabajado en una librería, en un vivero, en una estación de servicio y en un aeropuerto. Desde 2005 se desempeña como periodista del diario El Observador, de Montevideo, destacándose especialmente en la redacción de crónicas. Actualmente está trabajando en una novela de larga extensión ambientada en el siglo XIX. Alterna su residencia entre Montevideo y Punta del Este.
En abril de 2010 presentó su libro en la charla “Encuentro a dos orillas” en la Boutique del libro de San Isidro.

"Un realismo sólido y tradicional en el mejor sentido posible de la expresión" (Rómulo Cosse)

jueves, 14 de octubre de 2010

Nuestras reseñas

Contra el cambio

Martín Caparrós

Anagrama, 2010.

278 pags.


Pareciera no haber respiro. No bien se agotaba una amenaza y empezábamos a acostumbrarnos al alivio moral por la unificación global en un sistema único -digo fin del mundo fríamente disputado al borde del la inhumación nuclear- que todos juntos, ni lerdos ni perezosos, ya estamos nuevamente amenazados al borde de otro colapso inminente. No el Y2k, uno casi tan complejo: el cambio climático.

Exuberantes montos de dólares invierten las grandes potencias a través de proyectos en señal de preocupación, organismos internacionales movilizan sus solidarias huestes, celebridades de todos los fustes donan sumas de sensibilidad y un micro universo de Oenegés surgió para que con su aporte este mundo esté un poco menos mal, o no tan peor. Siempre hablando en términos del clima, claro, no tanto en los del hambre y la pobreza. De lo que podemos estar definitivamente seguros es de una cosa, nadie quiere el cambio.

"Contra el cambio" (Anagrama, 2010) sugiere una mirada que lleva sello de autor, casi en desuso; provocadoramente honesta por costumbre; enemiga de las medias tintas y ajena a lo "ecológicamente" correcto. Un raíd periodístico hacia los confines del impacto climático en busca de algo más que un testimonio periodístico, tal vez una confidencia. ¿Quienes son los que se benefician en todo esto? Dando por sentado que las suposiciones son ciertas, los hay.

Entre reflexiones cernidas en una lente política e histórica, Caparrós arroja luz a una cierta verdad, ni categórica ni absoluta, tan solo posible. Como quien no descarta la sospecha de que junto a la carbonífera huella de la humanidad, detrás de lo que podría ser una tendencia climática natural -aunque todavía usemos el potencial para establecer certezas científicas de este tipo- el vuelco manifiesto hacia lo ecológico impulsado por los gobiernos y las variopintas compañías que se enriquecen en desmedro de ella, difícilmente no abrigue bajo buenas intenciones el mismo espíritu motor de beneficio por el cual se rigen, es decir el que nos trajo hasta acá. Sea mantener obstaculizado el desarrollo industrial de países emergentes o subdesarrollados (como futuras fuentes de recursos limpios), sea especular un cambio en el modelo energético solo en pos de alterar ciertas relaciones geopolíticas o amasar fortunas en el mercado de bonos de carbón; no hablamos precisamente de daños colaterales.

¿Llegó finalmente el día en que la ecología se convirtió en la forma más prestigiosa de conservadurismo? Sin embargo dentro de la óptica ecológica presente "el tinte de insatisfacción por el estado actual de las cosas -capitalismo despiadado, grandes corporaciones- es tan ligero que puede ser compartido hasta por los capitalistas despiadados y las grandes corporaciones", "una causa tan unificadora que puede ser enarbolada por una joven nigeriana que cocina a leña (...) tanto como por la Banca Morgan", afirma el autor.

El panorama a largo plazo luce un tanto nebuloso. En los términos en los que se bosqueja hoy el progreso de la humanidad el futuro es un convidado de piedra, el establishment pintado de verde rejuvenece su imagen con flamante epíteto exonerador: ecológico, mientras los jóvenes - eternos agente de cambio- pueden sentir por medio de las ONGs, que hacen algo por el mundo y al mismo tiempo por sí mismos, aunque más no sea "poner curitas en la hemorragia femoral". Es decir, incluso en la pelea por que nada cambie, y todo siga como está, hay que hacer cambios. Por lo menos cambiar la tendencia natural de las cosas a cambiar.

Manuel J. Pintos
Unicenter

miércoles, 15 de septiembre de 2010

La Ciudad de Buenos Aires: Capital Mundial del Libro 2011



Una breve historia


En 1996 la UNESCO instauró el 23 de abril como el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor. La fecha no fue escogida al azar: un 23 de abril fallecieron William Shakespeare y Miguel de Cervantes, escritores universales, cuyo inmenso legado no ha hecho más que expandirse y revalorizarse en 400 años, y nada hace suponer que su pluma deje de fascinar alguna vez a los lectores del mundo. La intención de la UNESCO fue rendir un homenaje a ambos autores alentando el placer de la lectura, la producción editorial y la protección de la propiedad intelectual por medio del derecho de autor.
Cinco años después la apuesta fue mayor: la UNESCO estableció el concepto de Capital Mundial del Libro eligiendo a Madrid como ciudad inaugural en 2001. La Conferencia General del organismo aprobó la Resolución 31 C/29 el 2 de noviembre de 2001, por la que se dispone la elección anual de una capital, reconocida por la calidad de sus programas para promover la difusión del libro, fomentar la lectura y expandir la industria editorial.
El entusiasmo no se hizo esperar; decenas de ciudades han presentado su candidatura desde entonces, motivadas por mostrar al mundo su producción literaria y expandir los horizontes de su particular cultura. La distinción no tiene ninguna implicación presupuestaria ni ningún premio material; se trata de un reconocimiento simbólico que moviliza a una gran cantidad de lectores, escritores, editores, traductores, estados y empresas en un objetivo común: la celebración de la palabra.
Esta distinción ha sido merecida por Madrid (2001), Alejandría (2002), Nueva Delhi (2003), Amberes (2004), Montreal (2005), Turín (2006), Bogotá (2007), Ámsterdam (2008), Beirut (2009) y Liubliana (2010). En 2011, cuando sea el turno de Buenos Aires, se cumplirá el décimo aniversario de la creación de la Capital Mundial del Libro.
En asociación a la UNESCO, el comité de selección, integrado por la Unión Internacional de Editores (UIE), la Federación Internacional de Libreros (FIL) y la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas (IFLA), establece los siguientes criterios para la presentación de candidaturas:
• Proponer un programa de actividades especialmente concebido para la duración del nombramiento de la ciudad ganadora y que no serían puestos en marcha más que en caso de designación;
• Nivel del compromiso municipal, nacional y internacional, e impacto potencial del programa;
• Cantidad y calidad de actividades esporádicas o permanentes organizadas, respectando plenamente a los varios actores de la cadena de libros, por la ciudad candidata en cooperación con organizaciones profesionales, nacionales e internacionales, que representen a autores, editores, libreros y bibliotecarios;
• Cantidad y calidad de cualquier otro proyecto significativo que tenga por objeto promover y fomentar el libro y la lectura;
• Conformidad con los principios de libertad de expresión, libertad de publicar y difundir la información, enunciados en el Acto constitutivo de la UNESCO así como en los artículos 19 y 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en el Acuerdo sobre la Importación de objetos de carácter educativo, científico o cultural (Acuerdo de Florencia).
Buenos Aires se presentó junto a Caracas (Venezuela), Lagos (Nigeria), La Habana (Cuba), Porto Novo (Benin), Sharjah (Emiratos Árabes Unidos) y Teherán (Irán). Tras revisar todas las postulaciones, la ciudad de Buenos Aires fue designada como Capital Mundial del Libro 2011 “debido a su sólida estrategia y a la calidad y variedad de su candidatura”.
Plan organizacional y estrategia
El Ministerio de Cultura, a través de la Unidad de Proyectos Especiales (UPE) Buenos Aires Capital Mundial del Libro 2011, dependiente de la Subsecretaría de Cultura, elaboró un plan organizacional con el objetivo de trabajar en conjunto con las asociaciones de promoción del libro y la lectura, otras áreas de gobierno y la sociedad en general en la construcción de BACML2011. El mismo fue presentado en el marco de la 36 Feria Internacional del Libro ante las demás autoridades de gobierno y ante los principales referentes del mundo editorial el pasado 6 de mayo.
Durante 2010, se desarrollará la fase preparatoria mientras que, a partir del 23 de abril de 2011, año en que la Ciudad asume la capitalidad, comenzará a desarrollarse la fase operativa, que se prolongará hasta la misma fecha del año próximo. La estrategia se centrará en tres grandes líneas principales: el fomento de la lectura, el fomento del libro y la difusión de nuestro patrimonio literario.

Fuente: www.buenosaires.gov.ar/areas/cultura/capitaldellibro2011

lunes, 6 de septiembre de 2010

Nuestras reseñas













El colectivo

Eugenia Almeida
Edhasa, 2009

153p.


¿Que podía hacer Ponce si la realidad de ese mínimo pueblo cambiaba misteriosamente de golpe? La palabra doctor inmediatamente antepuesta a su apellido ya no era suficiente para poner orden. Hacia un año del golpe de estado en Argentina, ¿que podía hacer Ponce? De joven estudiante de derecho, destacado y con un futuro promisorio, ahora afincado en un mínimo pueblo de Córdoba a kilómetros de la capital solo por mortificar a su mujer Marta, esa niña bien que le había puesto una trampa.
En el mínimo hotel del pueblo la “pecaminosa” parejita de jóvenes que se hospeda está nerviosa, hace ya tres días que se quieren marchar y el colectivo, el único colectivo que pasa por ahí, no para. Nadie pareciera sospechar nada. La barrera del tren ya no sube, fue atada con alambre por orden del comisario. Pasan cosas extrañas, incluso para la extraña gente del lugar. Las voces no hacen más que santificar o demonizar y la honrada paz pueblerina de pronto se quiebra con los refucilos de una tormenta oscura que se ve de lejos, que se desató hace tiempo, pero que pareciera nunca llegar.

“El Colectivo” (Edhasa, 2009) de Eugenia Almeida, es una novela vertiginosa que hace algo mas que retener al lector. La alegoría gravita en cada párrafo haciendo que por momentos el pasado se confunda con el presente tanto como la ficción con la realidad. Sobre el trasfondo de la escalada de violencia y horror conducida desde el estado durante el ultimo régimen militar, a través de una narración casi sin paréntesis, la autora de a poco va urdiendo entre sellos de agua de la época un escenario de personajes grises, bosquejados en la máxima del statu quo, la modestia del “mejor no preguntar” y la tranquilidad del “algo habrán hecho”. El Colectivo también fue publicado en el exterior y su autora seleccionada ganadora del premio internacional “Dos Orillas”, celebrado en España en 2008.

El clima de esta novela es ligero, distendido, hasta irresistible. No hay secretos, una intriga motora sembrada de contrastes que la apuntalan. Contrastes como los de un lado de la vía y el otro. Como los de Ponce, su amor sentido con sordidez, como mandato, versus el ardor de la parejita joven del hotel vuelto “destino histórico” o como el parte meteorológico de la radio versus el pronostico nativo de doña Rita. Contrastes que signan el desarrollo de la obra pero se van esfumando en la sonrisa risueña de Marta y el silencio lector de su cuñada Victoria, para perderse hasta desaparecer finalmente en un destino común de sentido univoco, la sombra a la que le ladra el perro.

Manuel J. Pintos
Boutique del libro Unicenter

domingo, 5 de septiembre de 2010

Noticias

LA CIUDAD DE BUENOS AIRES TENDRÁ SU TERCERA CONFERENCIA EDITORIAL:
HACIA EL PARADIGMA DIGITAL



La Tercera Conferencia Editorial de la Ciudad de Buenos Aires se realizará los dias 9 y 10 de septiembre en el Centro Metropolitano de Diseño -Villarino 2498- de 10 a 18 horas y contará en su inauguración, con la presencia de Francisco Cabrera, Ministro de Desarrollo Económico de la Ciudad y Enrique Avogadro, Director de Industrias Creativas y Comercio Exterior.

Conferencia Editorial es una de las pocas actividades de este tipo en la región, ya que consiste en un ciclo de actualización profesional, con workshops, ponencias y la puesta en valor de "casos" para editores, libreros, educadores y alumnos de las carreras universitarias asociadas.

Entre los invitados nacionales e internacionales que participarán de la misma, estarán: Roberto Igarza que disertará sobre "La transición del sector editorial hacia el paradigma digital"; Antonio María Ávila, Director Ejecutivo de la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), quien hablará sobre "El mercado editorial español ante los avances tecnológicos" y Patricia Arancibia, Gerenta de Contenidos Internacionales del Digital Group de Barnes & Noble que explicará "El caso Barnes&Noble y la venta de libros electrónicos".

La edición 2010 estará vinculada a ver las distintas herramientas y recursos operativos con los que afrontar de manera exitosa la transición hacia el paradigma digital; estrategias de comercialización, pasando por nuevos modelos de aprendizaje y los desafíos y oportunidades que plantea la revolución digital.

Las exposiciones más importantes relacionadas con la actualidad digital serán: la presentación de casos por parte de Editorial Manoescrita que abordará la "Realidad aumentada en libros infantiles junto a The pool Argentina"; Librería Paidós que explicará el "Sistema de venta de ebooks en librerías junto a Bibliográfika" y Editorial SM que disertará sobre "Migración de flujos de trabajos para producir libros escolares junto a Dot zero".

También se desarrollará un "Taller de redes sociales para editoriales" por la Productora Lanzallamas y un workshop de "Escritura y edición en y a través de la web. Literatura y redes sociales" ofrecidos por Hernán Vanoli y Violeta Gorodischer de Editorial Tamarisco.

Por otro lado, Julieta Lionetti ofrecerá una charla titulada "Bailar con la más fea. O cómo los ignorados metadatos salvarán a la industria editorial", se explicarán los casos de Editorial Moebius sobre "Aplicaciones para I Phone y IPad junto a Moosgo", Editorial Nobuko que tratará "La transición a un catálogo digitalizado" y Leerlibroslibres.com que disertará sobre "Libros de cultura, arte, tecnología y diseño bajo licencias compartidas". Además se desarrollará una mesa sobre "El libro y los derechos de autor en el mundo digital" a cargo de Gerardo Filippelli (CADRA) y Ariel Vercelli (Investigador del CONICET).

Al cierre de las actividades, el viernes se hará una demostración: "Haciendo un ebook en vivo" y luego un "Jam de escritura" a cargo de Juan Terranova y Julián Urman.

La Conferencia Editorial surge como una necesidad de la industria del libro de lograr un espacio en el que se aglutinen y organicen, de manera periódica, diversas acciones de actualización profesional. Por tal motivo, el programa Opción Libros organiza y promueve estas actividades y trabaja en la inserción de las pequeñas y medianas editoriales locales en el mercado interno y en su proyección internacional. Por esta razón acompaña a editoriales en la Feria de Frankfurt 2010, en la Feria de Bogotá, organiza la Noche de Librerías y ofrece capacitaciones continuas al sector.

Apoyan la Conferencia Editorial: BACML, Fundación El Libro, CAP, Cámara Argentina del Libro, Cámara Argentina de Papelerías, Librerías y Afines, Fundación Gutenberg y Universidad de Buenos Aires.

Todas las actividades se podrán seguir a través de Twitter, Blog, o por transmisión en streaming.

La Tercera Conferencia editorial es gratuita y abierta al público con inscripción previa en http://opcionlibros.mdebuenosaires.gov.ar


13 de agosto de 2010

domingo, 1 de agosto de 2010

¿Qué leen los autores? Claudia Piñeiro/ Escritora













El último libro que compré es La vida en sordina de David Lodge. Es uno de mis autores preferidos. Me emociona el humor e inteligencia con los que escribe.

Actualmente estoy leyendo San Genet, comediante y mártir, de Jean Paul Sartre. Lo empecé a leer porque creo que habla de cosas que me van a servir para la composición de un personaje de la novela que estoy escribiendo, pero su lectura excede ese primer objetivo. Me toma por completo. El libro nació como un prólogo a la obra completa de Jean Genet que le pidieron a Sartre y terminó convirtiéndose en un libro más extenso que la obra completa de Genet. Jean Genet, después de leerlo, se recluyó cinco años sin poder escribir. Dijo que sintió que lo habían desnudado en público, y quizás tuviera razón. Pero el libro es un tratado acerca de las marcas que quedan para siempre en nosotros desde la primera infancia, y de la posibilidad o no de hacer otra cosa con ellas.

Si tuviera que elegir diez libros para componer una biblioteca ideal, los separaría entre libros de amigos que al escucharlos suenen como sus voces, donde incluiría: La loca de la casa de Rosa Montero, El oficinista de Guillermo Saccomanno, y El autor intelectual de Juan Martini. Después, libros que se puedan leer varias, miles de veces sin cansarse: En busca del tiempo perdido, de Proust; 200 años de poesía argentina, que es la última antología poética argentina que publicó Alfaguara; las Obras completas de Shakespeare (en realidad son varios libros, pero se consiguen todos juntos, mi preferida es El rey Lear). Para terminar, libros de mis autores preferidos, escogería entre: Elizabeth Costello o Infancia, de J.M. Coetzee; Buen Trabajo o El mundo es un pañuelo de David Lodge y La traición de Rita Hayworth o El Buenos Aires affaire, de Manuel Puig. El décimo libro que eligiría es Verano de Coetzee, porque es el último, todavía no leí y desespero por hacerlo.

No creo que los textos marquen como escritora sino en general, como persona completa. En mi infancia, el Chico Carlo de Juana de Ibarborou y un poco después Relato de un náufrago de Gabriel García Márquez. En mi vida adulta, la obra dramática completa de Tennessee Williams, Desgracia de Coetzee, El placer del texto de Barthes, los cuentos de A.Chejov y de E.Hemingway, La geometría del amor de Cheever, Catedral de Carver, y todas las novelas de Manuel Puig.

Es raro que vuelva a leer un libro, sólo lo hago en busca de algo en particular. Tengo tantos libros que quiero leer y todavía no leí, que siempre empiezo por esos.

Tampoco releería un libro mío. Pero hay un libro que escribí hace muchos años que no está publicado pero fue finalista del concurso de literatura erótica de Tusquet "La sonrisa vertical", y que siempre me prometo algún día volver a leer y escribir. Sin embargo aún no me llega el día, ¡tengo miedo de que esté muy mal escrito! Es lo primero que escribí.

Con respecto a los guiones de mis libros, preferiría no hacerlo, como dice Bartleby de Melville. Es como contar la misma historia otra vez, y siempre tengo una nueva para contar. Por otra parte hay quien hace eso muy bien. Me gustó mucho como quedó el guión y la película de Las viudas de los jueves. El hecho de ser guionista y dramaturga me permite acercarme a una película basada en un texto mío con mucha distancia, con ganas de ver qué hizo el director con ese texto, nunca busco si es o no como la novela sino la lectura propia de ese artista (el director) y de quienes trabajan con él: guionista, actores, etc. Me gusta que me sorprendan y que le agreguen valor artístico a algo que fue apenas un embrión.


Biografìa de la autora

Claudia Piñeiro nació en el Gran Buenos Aires en 1960. Es escritora, guionista de TV y colaboradora de distintos medios gráficos. Su obra literaria, teatral y periodística ha obtenido diversos premios nacionales e internacionales. Ha publicado los relatos para chicos Un ladrón entre nosotros (2005), Premio Iberoamericano Fundalectura-Norma 2005 de Colombia, y Serafín, el escritor y la bruja (2000), que fue traducido a varias lenguas. Su obra de teatro Cuánto vale una heladera fue estrenada en el marco del ciclo Teatro por la Identidad 2004 y publicada por el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología. Su drama Un mismo árbol verde ha sido candidato a los premios Florencio Sánchez y María Guerrero, y ganó el premio ACE 2007. Es autora también de las novelas Tuya (2005), Las viudas de los jueves, que recibió el Premio Clarín de Novela 2005 otorgado por un jurado compuesto por José Saramago, Rosa Montero y Eduardo Belgrano Rawson, Elena sabe (2007), Las grietas de Jara (Alfaguara, 2009) y El fantasma de las invasiones inglesas (Norma, 2010). Algunas de sus obras han sido traducidas a otros idiomas y han sido leídas por cientos de miles de personas en distintas partes del mundo. Las grietas de Jara será llevada al cine por la misma productora que hizo recientemente Las Viudas de los jueves.

domingo, 25 de julio de 2010

Nuestras reseñas










MEMORIAS EN MONTAJE. Escrituras de la militancia y pensamientos sobre la historia
Alejandra Oberti - Roberto Pittaluga
El cielo por asalto
286 pags.
La memoria es un modo de inscripción de la experiencia humana en el espacio cultural. Una inmensa trama de recuerdos entretejidos que evocando el pretérito determinan con el sesgo de lo ya vivido, nada menos que nuestro porvenir. En definitiva la memoria es un trabajo de construcción: "de puentes, de restitución de lazos quebrados, de reposición de sentido". Precisamente esto es lo que Memorias en montaje propone; indagar en nuestro pasado reciente -y urgente-, situando el proceso dinámico de recordar dentro del campo de la voluntad, no solo en la compleja tarea de escribir el presente, sino en la más compleja aún de darle sentido.
Memorias en montaje no es más que la tentativa de querer dilucidar los modos y los móviles que accionan sobre la arquitectura de esa memoria colectiva acoplada hasta su fundición en la política y en la historia. Porque el pasado son los cimientos en los cuales descansa el presente, pero no un presente impersonal y anodino, sino el presente de la conciencia de los hombres, hombres que en el recuerdo también se preguntan por si mismos dejando entrever -como señala Calveiro- que la memoria es también sinónimo de identidad.
La organización de esta obra de Oberti -sociologa- y Pittaluga -historiador-, a tono con el tópico, esta presentado a modo de tangram: juego chino de infinitos modelos posibles para armar a partir de las mismas pocas piezas geométricas. La intención de los autores no es la de responder sino por el contrario la de interrogar, presentar el desafío comprometiendo al lector a una intervención crítica, a participar activamente en esa construcción de nuestro presente desde el pasado. Está divido en dos secciones. Una primera donde se busca abarcar al mayor conjunto de versiones publicadas -presentadas en libros, cine y diarios- cubriendo el amplio espectro que cabe "entre la ensayística y la testimonialidad". Y una segunda sección, más teórica, que compila seis ensayos donde se analiza lo que sugieren al respecto las obras de Benjamin, Ricoeur, Nietzche y Marx entre otros.
La memoria "es un campo de batalla" y los autores a través de un fértil recorrido en las profundidades del archivo pretenden inquirirlo hacia una suerte de genealogía del conflicto a la postre de desnudar los vínculos entre la conformación de los discursos y la reproducción del poder. Un libro que al calor de la copiosa literatura socio-política que pretende examinar aquello denominado setentismo -que no es más que la verbalización como apéndice de la lucha de clases- sirve sino como hoja de ruta para un estudio más consciente y exhaustivo de la memoria, sí como un faro sereno en el enturbiado océano de la descontextualización y el oscurantismo tan en boga.
Manuel Pintos
Boutique del libro Unicenter

viernes, 23 de abril de 2010

El Día Internacional del Libro cumple 15 años


Desde 1995, la UNESCO conmemora el 23 de abril como el Día Internacional del Libro y los Derechos de Autor. Se eligió este día porque coincide con la muerte de los dos grandes de la literatura universal Miguel de Cervantes Saavedra (español) y William Shakespeare (inglés).

Esta celebración, que se realiza en todo el mundo, tiene el objetivo de fomentar la lectura, la industria editorial y la protección de la propiedad intelectual por medio del derecho de autor.

Una de las intenciones es reconocer la importancia del libro y la lectura en las sociedades, defender los derechos de los escritores y desarrollar trabajos y estrategias para dar un lugar digno al libro y que esté al alcance de toda la gente.

Desde el 2001 se declara una ciudad como "La Capital mundial del Libro" destacada por sus proyectos y propuestas de fomento a la lectura. Este año es Ljubljana, Eslovenia.

En Uruguay no habrá actos conmemorativos ya que aquí el Día del Libro es el 26 de mayo, fecha en que se conmemora la inauguración en 1816 de la Biblioteca Nacional.

sábado, 3 de abril de 2010

¿Qué leen los editores? Mariano Valerio / Grupo Planeta



Creo que mi relación con los libros la mantengo desde que tengo memoria. Lo primero que recuerdo es sostener un libro entre las manos en silencio y mirar cada una de las páginas por unos minutos. Todavía no sabía leer, me moría de ganas, y creía que en ese gesto que les copiaba a los mayores estaba leyendo. Ya de más grande me inicié con la colección Robin Hood (la clásica, la amarilla) que estaba en la casa de mis abuelos. Pasaba tardes enteras en la habitación en la que estaba la biblioteca, leyendo aventuras y clásicos adaptados (versiones que en algún momento me gustaría volver a mirar, para ver realmente qué fue lo que leí). También me acuerdo que en casa, mis papás estaban suscriptos al Círculo de Lectores, una especie de “Avón” de los libros que entregaba a domicilio lo que uno elegía de una revista mensual de novedades. Ahí también me moría de ganas. Hasta que una vez dejaron que eligiera y me decidí por El libro de la selva, de Kipiling. Ese fue mi primer libro. Después llegaron las típicas lecturas adolescentes y las “comprometidas”: Juan Salvador Gaviota, El principito, Las venas abiertas de América Latina, La metamorfosis, Crimen y castigo, El túnel, El diario del Che en Bolivia, etc., etc., son algunas de las que más recuerdo –todo bien mezclado, como tiene que ser a esa edad. Pero la cosa realmente cambia cuando conozco y trabo amistad con un grupo de libreros del barrio. En la Boutique del libro de San Isidro, Fernando Pérez Morales me pasa otro tipo de lecturas. Todo arranca con Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes, de Thomas de Quincey. De inmediato entendí la diferencia entre libros y literatura. El libro como un objeto, la literatura como una forma de entender el mundo (de leerlo). Entonces comencé a estudiar Artes y Letras en la Universidad de Buenos Aires, y a trabajar como librero en la misma Boutique. Y viéndolo ahora, en retrospectiva, puedo entender que en mi formación como librero (que fue mi primer contacto “profesional” con el libro), ya se perfilaba cierta idea de entender la edición, o, por lo menos, lo que yo entiendo como figura de editor: un monstruo de dos cabezas que piensa a la vez en términos de libros y de literatura. Básicamente, un esquizofrénico que debe tener en cuenta gustos, pasiones y números (cabeza y corazón, como quien dice). Y todo eso, que hoy conforma lo básico de mi día a día laboral, lo entendí primero como librero. Después llegaron la crítica en medios gráficos (durante casi siete años dirigiendo Los Inrockuptibles), un breve paso por la docencia y, finalmente, mi actual trabajo como editor en el Grupo Planeta, al que fui convocado por el enorme voto de confianza que puso en mí (que no estaba relacionado para nada con el “mundillo” editorial) Ignacio Iraola, director del sello.
Mi primer contacto con la edición fue bastante particular. Arranqué ayudando a algunos amigos que escribían: metía mano y aconsejaba desde la más pura intuición en libros que me gustaban, nada más. Es decir, que no hubo un “primer” libro editado. De esa época, los que más me acuerdo son Tabla periódica, de Carolina Jobbagy, Aún, de Mariano Dupont y Folc, de Diego Caggiano. Ya para Planeta, fue muy bueno poder trabajar con escritores que siempre me gustaron, como Federico Jeanmaire (fue todo un momento cuando trabajamos en la reedición de Desatando casi los nudos, su primera novela que había publicado a fines de los 80), María Negroni, Paula Pérez Alonso y Juan José Becerra. Todo esto entendiendo la edición en términos de trabajo textual, es decir, en ese contacto directo con los originales de los autores y con su escritura. Porque en un nivel en el que la edición pasa por términos más comerciales, el primer libro del que me siento enteramente responsable como editor es, curiosamente, uno de cocina: Comer y pasarla bien, de Narda Lepes. Fue el primer libro que sumé como idea, desarrollé y seguí en su dinámica comercial en las librerías. Por suerte, fue una muy buena experiencia, en todo sentido.
¿Cuál es el rol del editor? En mi corta experiencia de lleno en el mercado (hace tres años que trabajo para Planeta), llego a entender que el editor debe ser, ante todo, alguien criterioso. Por un lado, en el trabajo sobre los textos, la idea es optimizar el libro con el que trabaja respetando siempre –pero siempre– la idea del autor. Se puede sugerir, se puede proponer, pero nunca el trabajo del editor debe entrar en roces con el del escritor. Hay que acompañar, nada más –y nada menos– y en ese sentido, el modelo de editor que más me entusiasma, y que tomo como referencia, es el de la “vieja guardia” –que cada vez se ve menos. Tipos como Alberto Díaz, por ejemplo, con quien trabajo, son verdaderos maestros de lo que debe ser un editor. Hay una frase que alguna vez dijo un autor, que resuena mucho en la editorial, y que me parece que resume todo esto de manera bastante clara: “Para ustedes es un libro más, para mí es ‘mi’ libro”. Esa es la ecuación editorial entre autor y editor. Es así, no hay dudas. Por otro lado, está todo lo que hoy en día se denomina –de manera bastante ocurrente, por cierto– “ingeniería editorial”, y que tiene que ver más con el desarrollo de proyectos especiales y comerciales en los que no hay tanto trabajo con un autor y su obra. Ahí me parece que es importante que el editor esté atento a tendencias generales que van más allá de la industria editorial y que se pueden condensar en formato libro. Porque en esta clave, el libro ya suena más como soporte –como objeto– de propuestas bien disímiles que no tienen que ver (la mayoría de las veces) con la literatura. Pero, sinceramente, creo que con ese trabajo de “ingeniería” se pueden planificar o proyectar libros de un éxito de ventas relativo o medianamente satisfactorio. El gran best seller, “ese” libro que vende ciento de miles de ejemplares, está más ligado a una cuestión de suerte, y hasta me atrevería a decir que de casualidades. Ese tipo de libros creo que son bombas que le explotan al editor en donde menos se las espera.
De lo que se viene con respecto a mi trabajo, y que en parte puede ser considerado como proyecto editorial, me entusiasma una serie de cuentistas (no es una antología, sino que cada uno de ellos sale con su libro) que estamos sacando entre este año y 2010. Son escritores que realmente me gustan: Mariana Enriquez, Oliverio Coelho, Samanta Schweblin y Federico Falco. También vamos a publicar a Gustavo Ferreyra con una novela, Piquito de oro, y a Laura Ramos con un libro bastante particular: Historias de chicas, una suerte de semblanzas de mujeres que ponen en juego el tema del género desde lugares bien distintos.
Mis lecturas actuales. Debo decir que son los libros que están sobre mi mesa de luz y los que cargo en mi cartera, los que leo en mi tiempo libre. En ese sentido, por estos días me rodean El mar, de John Banville (hacía rato que no leía una novela con una carga poética tan fuerte); Los hombres que no amaban a las mujeres, de Stieg Larsson; Senior Service, una muy buena biografía de Giangiacomo Feltrinelli editada hace unos cuantos años por Tusquets; Escuchar a los muertos con los ojos, de Roger Chartier, una historia de “lo escrito” en la cultura moderna, y Tokio Blues, de Haruki Murakami. Por otro lado, algunos libros locales me dieron muchas satisfacciones en el último año: Ida, de Oliverio Coelho, Las anfibias, de Flavia Costa (tan intenso, tan personal y tan “nuevo”), Frío en Alaska, de Matías Capelli (un muy lindo debut), la biografía de Osvaldo Lamborghini escrita por Ricardo Strafacce y publicada por editorial Mansalva y La intemperie, de Gabriela Massuh. De los escritores que no había leído nunca, y que descubrí no hace mucho, los que más me gustaron fueron, curiosamente, dos alemanes: Georg Buchner (1813-1837) con Lenz, un texto bien decimonónico que es considerado por la historia de la psiquiatría como la primera descripción exacta de la esquizofrenia, y Max Frisch (1911-1991). De él me atrevo a recomendar dos novelas: Homo Faber y Montauk. También tengo siempre a mano mis libros fetiches, esos a los que vuelvo todo el tiempo: Fragmentos de un discurso amoroso, de Roland Barthes (en realidad, todo Barthes) y Semblanza, la compilación de textos de Alejandra Pizarnik hecha por el Fondo de Cultura Económico son dos “oráculos” de consulta permanente. Facundo, de Sarmiento. Siempre algún Burroughs, algún Thomas Mann (La montaña mágica, mejor). Mil mesetas, de Deleuze y Guattari, Ensayos sobre las visiones de fantasmas, de Schopenhauer, Saturno y la melancolía, de Erwin Panofsky y Raymond Klibanski. Y siempre, pero siempre, algún Saer: Nadie nada nunca, uno de mis libros más queridos. Y también, la biblia de la cultura rock: Rastros de carmín, de Greil Marcus, un ensayo que rastrea y conecta los orígenes del punk con el situasionismo de Guy Debord, publicado por Anagrama.
MARIANO VALERIO nació en Buenos Aires, en 1970. Estudió Artes y Letras en la Universidad de Buenos Aires. Trabajó como librero entre 1993 y 1999. Dirige Los Inrockuptibles, la versión argentina del semanario francés desde el año 2000, y colaboró como crítico de música y libros en diversos medios locales y extranjeros. Desde 2006 es editor del Grupo Planeta para los sellos Planeta, Emecé y Seix Barral.
 
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