Jorge Mario Varlotta
Levrero fue, a la vez, Jorge Varlotta y Mario Levrero ¿Seudónimos,
heterónimos? No es posible hablar en esos términos cuando se trata
de la misma persona. Lo que pasó con Jorge,
o Mario, o Levrero (no nos compliquemos con cuestiones espinosas como
el concepto de “autor”) fue producto de su quehacer profesional.
Fuente: Ximenez, blog de Eduardo Abel Gimenez |
Levrero, sigamos con
Levrero mejor, se “hizo a sí mismo”. Pero no en el sentido del
hombre autorrealizado (el exitoso emprendedor a lo Henry Ford). Él
sufrió las dificultades de “convertirse en escritor”, una
vocación difícil cuando no se parte de una posición al menos
relativamente cómoda. Podríamos decir que Jorge era un buscavidas.
Fue librero, fotógrafo, autor de parapsicología, editor de una
revista de entretenimientos (componía palabras cruzadas y juegos),
publicista, y llegó a dirigir en Montevideo un taller de literatura.
Entretanto, como Varlotta jugaba con los géneros populares en una
especie de sátira ligera, y como Levrero escribía, desde cierta
dificultad, cierta agonía e inseguridad creativa, una literatura
íntima; ambos en una clave propia y distinta.
Cuando leemos sus
novelas y relatos de ficción nos enfrentamos con un material que
está fuera de cualquier género. Relatos de sueños, sueños
legibles, terriblemente legibles. Algunos son pura atmósfera, otros
un entretejido complejo de símbolos sutiles. La escritura de Levrero
es una de las posibilidades de narrar una interioridad rica, y lo
hace sin egolatría. En sus novelas por comodidad, esas donde
todo lo que haya entre tapa y tapa se sospecha novela, desde “El
Discurso Vacío” hasta la póstuma “La Novela Luminosa” el
mundo del relato onírico y el registro autobiográfico superponen
de manera magistral.
Fuente: blog Rincón de Oesido |
En su obra encontramos
frecuentemente un narrador perdido en el escenario de sus sueños.
Nos deja entrever la precariedad del decorado, las sombras de los
entretelones, la trastienda. Nos enfrentamos con el mundo de la
fantasía, los deseos crudos, la realidad del inconsciente donde lo
más propio aparece tan extraño y ajeno. Los protagonistas son
despojados de todas sus pertenencias, hasta de su propio ser. Y
nosotros presenciamos todo eso, entre la fascinación y el terror,
con la intuición de que quizás nosotros tampoco seamos dueños de
nada, ni de nosotros mismos.
Gabriel
Falcone