domingo, 29 de abril de 2012

Ana Casset: Historias de 25 minutos


Tiempo en Nada

Los segundos pasan, pequeños, por medio de grandes agujas, imperceptibles y eternos, amontonándose de a muchos en  minutos.

Los minutos transitan a medio camino entre mucho y poco, entre la mirada, preludio de un beso, confirmación que todo lo no dicho está ahí y la congoja del ultimo tren partiendo. Se apelotonan en rincones iluminados y se dejan contar con largas agujas.

Las horas discurren o se sientan a esperar, ellas  prefieren espacios aireados donde poder ventilarse y dejar de existir en paz, mientras sus hermanas entran al mismo cuarto para desaparecer.

En el tiempo que se va y que está, el que viene, en las mínimas eternidades cotidianas, hay una que resuena sorda en el mundo, que es una hora en particular, con todos sus segundos  y  minutos, entera, ahí para tomarla de la mano y disfrutarla.

Esta hora se escabulle a los rincones y mientras nos esperamos muestra espejos que replican imágenes soñadas. Cuando es el turno de ella, la realidad se hace presente y sólo nos queda el hedor de frituras, comidas al paso, pesadez, presura y la mentira de saber que hay horas cortas, casi como segundos. 



Obviedad 
Le teme a la ceguera, la locura y la muerte; así anda, no viendo lo obvio, perdiendo la cordura en los cordones de las veredas y deshaciéndose en estelas de humo con cada brisa cálida.
Se pierde en el tiempo, en las miradas ajenas, en los paisajes extraños.
Así solo recuerda un amanecer de luna llena sobre un río amplio una tarde de verano al anochecer.
 Un violeta irreal la atrapa y queda sin miedo levitando, la deglute. 
La devuelve temeraria, con la vista en los pequeños detalles, adicta y vital está en los cabellos.
Gasta el tiempo, los ojos, las venas.
Ya no recuerda quién es, qué hace, qué piensa. 
Se mece sola en un amanecer de sol, mientras la luna nueva se acuesta. 

 
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