Tiempo en
Nada
Los
segundos pasan, pequeños, por medio de grandes agujas, imperceptibles y
eternos, amontonándose de a muchos en minutos.
Los
minutos transitan a medio camino entre mucho y poco, entre la mirada, preludio
de un beso, confirmación que todo lo no dicho está ahí y la congoja del ultimo
tren partiendo. Se apelotonan en rincones iluminados y se dejan contar con
largas agujas.
Las horas
discurren o se sientan a esperar, ellas prefieren espacios aireados donde
poder ventilarse y dejar de existir en paz, mientras sus hermanas entran al
mismo cuarto para desaparecer.
En el
tiempo que se va y que está, el que viene, en las mínimas eternidades
cotidianas, hay una que resuena sorda en el mundo, que es una hora en
particular, con todos sus segundos y minutos, entera, ahí para
tomarla de la mano y disfrutarla.
Esta hora
se escabulle a los rincones y mientras nos esperamos muestra espejos que
replican imágenes soñadas. Cuando es el turno de ella, la realidad se hace
presente y sólo nos queda el hedor de frituras, comidas al paso, pesadez,
presura y la mentira de saber que hay horas cortas, casi como segundos.
Obviedad
Le teme a la ceguera, la locura y la
muerte; así anda, no viendo lo obvio, perdiendo la cordura en los cordones
de las veredas y deshaciéndose en estelas de humo con cada brisa cálida.
Se pierde en el tiempo, en las miradas
ajenas, en los paisajes extraños.
Así solo recuerda un amanecer de luna
llena sobre un río amplio una tarde de verano al anochecer.
Un violeta irreal la atrapa y
queda sin miedo levitando, la deglute.
La devuelve temeraria, con la vista en
los pequeños detalles, adicta y vital está en los cabellos.
Gasta el tiempo, los ojos, las venas.
Ya no recuerda quién es, qué hace, qué
piensa.
Se mece sola en un amanecer de sol,
mientras la luna nueva se acuesta.