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Motivo: Cuento Boutique del libroÉl lo sabía
por Nicolás Recupero
Esa mañana despertó temprano, desayunó ligero y se fue al centro. El año de a poco terminaba. Las cosas estaban mejor. No. Habían empeorado. Sus padres lo sabían, su hermana lo sabía. Él lo sabía. Ya tenía pensado cómo hacerlo. Fue a esa librería que había visto una vez al pasar en taxi (desde entonces quiso entrar) y después de revisar la narrativa inglesa pasó a la norteamericana, encontró un ejemplar del libro que buscaba y lo pagó. Al salir fingió no dar rumbo a sus pasos por el simple y libertario placer de saberse hacedor de sus obras y no otro muñeco de los dioses, esos niños caprichosos con fuego en mano.
Al llegar encontró en la puerta algunas personas, todas muy relajadas –esperable. Charló con el portero un rato, inspeccionó con sutileza el terreno. Se percató del mediodía cuando ya lo abandonaba y decidió comer algo.
El reloj marcaba las cinco cuando dejó el pequeño restaurante (en la otra cuadra: vista perfecta a la puerta desde las mesas de la acera) y se cruzaron. El encuentro fue breve pero intenso; sintió un apetito inimitable, un ansia sexual que ningún orgasmo podría jamás encomiar, la fuerza de un dios que se crea desde el vacío. Gloria: antes fetiche discordante, fruta prohibida e inasible.
El éxtasis no lo había dejado de arrobar cuando se produjo el segundo encuentro. De nada sirven los detalles sobre el intervalo, así como nadie se preocupa por el espacio entre un suspiro y otro.
Era tarde.
Se detuvo a mitad de camino.
Entonces dijo lo que nunca nadie quiso que dijera.
-¡Mr. Lennon!